La trayectoria de Jorge Hernández (Huelva, 1973) ha progresado desde unos iniciales y coloristas cuadros pop con cierto humor ácido (centrados sobre todo en el mundo femenino), hasta los escenarios misteriosos que realiza actualmente. Esta madurez hacia lo pictórico, donde el artista ha ido despojándose de elementos superficiales para ahondar en la consecución de una atmósfera mucho más evocadora, le permite alcanzar una poética propia cargada de sugerencias, formas atractivas que logran sus cotas más representativas en la selección de trabajos que presenta en Isabel Ignacio. Sus paisajes nos colocan en un punto inexacto de una historia que no conocemos. A partir de ese instante, a veces surrealista a veces irónico, nos introduce en un terreno extraño de situaciones imposibles a mitad de camino entre la fabulación y la tensión cinematográfico.

En sus obras aparecen lugares y personajes recurrentes extraídos del imaginario de los cuentos infantiles, protagonistas que tienen la particularidad de habitar un mundo de adultos donde las ingenuas niñas perdidas en el bosque perseguidas por el lobo, son ahora jóvenes mujercitas que posan como modelos de anuncios publicitarios. El acabado monocromo de las piezas -cubiertas con una espesa pátina de barniz que infiere un aire irreal a lo que vemos- aunque homogeniza su estilo y potencia la capacidad onírica de la imagen, impide valorar en su justa medida las calidades de la pintura, posibilidades a las que Hernández podría sacarle más rendimiento si lograra trascender la barrera complaciente de lo simplemente narrativo.

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